El tráfico de animales salvajes, bajo la lupa
A principios de julio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) envió una misión a China para estudiar en detalle la conexión entre los mercados de animales salvajes y las enfermedades zoonóticas. En particular, la COVID-19.
Los científicos de la OMS tienen dos objetivos muy claros: por un lado, descubrir si hubo una especie intermedia entre los murciélagos (que sabemos que son repositorios del virus Sars-CoV-2) y los humanos. Por el otro, entender cómo hizo el virus para dar el salto de animales a personas.
Mientras esperamos a tener respuesta a estas preguntas, el tráfico de animales salvajes continúa. Y para ponerle fin no basta con medidas como el cierre del mercado húmedo de Wuhan: se trata de un problema global que en los últimos años ha involucrado a sospechosos de más de 150 nacionalidades diferentes.
CERCA DE 6.000 ESPECIES
Cuando pensamos en el tráfico de especies silvestres, a menudo nos centramos en grandes mamíferos, como el tigre o el elefante, o en especies icónicas como el pangolín. Sin embargo, el mercado mundial va más allá. Involucra aves, reptiles, peces, corales, insectos y también especies vegetales, como las de palo rosa.
De acuerdo con el informe ‘The World Wildlife Crime Report 2020’, elaborado por la oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), entre 1998 y 2018 se incautaron casi 6.000 especies diferentes destinadas al tráfico ilegal de vida silvestre. El movimiento es tan variado que ninguna de estas especies superó más del 5% del total de las incautaciones.
Sin embargo, el informe señala un claro desfavorecido: el pangolín. Se trata, probablemente, del mamífero salvaje más traficado en el mundo. Estos animales son codiciados sobre todo por sus escamas, que se utilizan en la medicina tradicional de países asiáticos como China o Vietnam. Las incautaciones de escamas de pangolín se multiplicaron por diez entre 2014 y 2018.
En el lado opuesto está la demanda de marfil africano y de cuernos de rinoceronte. Se estima que los ingresos ilícitos generados por su tráfico pasaron de 400 millones de dólares en 2016 a 230 millones en 2018. Aun así, elefantes y rinocerontes siguen contándose entre las especies más demandadas, junto con las del palo rosa (codiciado por su madera), reptiles, grandes felinos y tortugas.
MERCADOS LEGALES E ILEGALES
Las diferentes especies que se engloban bajo el nombre palo rosa (como la Dalbergia o la Tipana Tipu) son usadas, sobre todo, para muebles de lujo. El color de su madera puede ir desde el rosa claro hasta otros más fuertes, o incluso asemejarse al del rubí o al púrpura. Las serpientes se venden como mascotas, a la vez que su piel se usa para confeccionar bolsos o zapatos. Al cuerno de rinoceronte, por otro lado, se le atribuyen propiedades curativas e incluso afrodisíacas. Y la lista sigue.
Uno de los problemas para frenar el tráfico de animales salvajes es que terminan comercializándose tanto en mercados legales como ilegales. Es legal, por ejemplo, comercializar la piel de algunos animales, pero no venderlos como mascotas (ya que en algunos países pueden considerarse especies invasoras). Otros productos, sin embargo, son considerados siempre ilegales. Hablamos, por ejemplo, de cuernos de rinocerontes, colmillos de elefante y escamas de pangolines.
Otra dificultad reside en el hecho de que el tráfico de especies salvajes es un problema a escala mundial. Del mismo modo que ninguna especie superó más del 5% del total de las incautaciones realizadas entre 1998 y 2018, ningún país fue el origen de más del 9% de lo capturado. En estas dos décadas, se identificaron sospechosos de 150 nacionalidades diferentes.
A estos problemas se suma el tráfico online, difícil de controlar por la escasa regulación a nivel internacional, y los negocios basados en crías en cautividad. Aunque muchos buscan la recuperación de las especies, algunos terminan orientándose a la venta ilegal.
Podríamos pensar que los confinamientos establecidos este 2020 ayudarían a frenar estas tendencias. Sin embargo, los expertos de la ONU sospechan que la crisis está siendo usada para promover la caza ilegal y ofrecer curas alternativas preparadas con productos animales y vegetales.
EL RIESGO DE NO ENCONTRAR SOLUCIONES
En los últimos años, varios países africanos y asiáticos han aumentado las condenas por delitos contra la vida silvestre. Sin embargo, y dado que el problema es global, para evitar que esta tendencia continúe se hace necesaria una legislación internacional. “Como cada país puede ser una fuente, tránsito o destino, cada uno tiene un papel que desempeñar en la actuación para prevenir y abordar estos crímenes”, señalan desde la Oficina de la ONU contra las Drogas y el Delito.
Las consecuencias de no controlar el tráfico incluyen la posible aparición de nuevas enfermedades zoonóticas peligrosas para el ser humano. Y es que los productos traficados, por definición, no se someten a ningún control higiénico o sanitario. “Como tales, presentan riesgos aún mayores de generar enfermedades infecciosas”, indican desde la ONU.
Enfermedades que, además, pueden ser cada vez más comunes a medida que avanza el cambio climático y le restamos espacio a la biodiversidad con la destrucción de sus ecosistemas.
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